jueves, 13 de enero de 2011

ENTREVISTA CON MARCO ZILERI: “NO NOS ASUSTA IR CONTRA EL CARGAMONTÓN MEDIÁTICO”


Ernesto de la Jara / Glatzer Tuesta

Marcos Zileri, actual director de Caretas, no ha tenido ningún problema en conversar con IDL sobre temas vinculados a la historia de la revista, y sobre otros que actualmente se consideran polémicos también sobre ella. Caretas acaba de cumplir ¡60 años! Toda una institución, con la que se puede estar de acuerdo o en desacuerdo en algunos puntos de vista, pero que merece nuestro respeto y el de todo el país. Una parte de la entrevista se hizo “al aire” en nuestro programa No Hay Derecho, dirigido por Glatzer Tuesta, y otra para ideele en nuestro local.

En las últimas décadas, el Perú ha vivido fenómenos tremendos como la violencia política, la dictadura del Gobierno Militar, el Gobierno de Fujimori y Montesinos. ¿Cuál es la fórmula que ha aplicado Caretas para transitar por escenarios tan complejos?
La revista arranca en los años cincuenta ya con ese tipo de tensiones, en medio de regímenes autoritarios y de amenazas a la libertad de prensa. Creo, entonces, que el secreto de nuestra vigencia reside en que tomamos las riendas de esa tensión desde el primer momento. Caretas fue cerrada por Odría de saque, al año de fundada, y nunca inclinamos la cerviz. Cada vez que hubo necesidad, hicimos escuchar nuestros puntos de vista. Durante el régimen militar de los años setenta, la revista fue cerrada seis veces, y seis veces regresamos a hacer el periodismo al que aspiramos: honesto, pluralista, que no responde a intereses económicos ni partidarios. Yo creo que ése es el secreto, ésa es la fórmula de la Coca-Cola.

–¿Cómo nace Caretas?
Doris, mi abuela, tenía experiencia en medios. Francisco Igartua, cofundador de Caretas, venía con una impronta periodística: unos años antes, en 1948, había fundado Oiga, pero el intento fracasó. Ambos eran amigos y en un momento sus intereses confluyeron, así que Doris decidió sacar adelante la revista. Un Parra del Riego, tío de Doris, se fue a Buenos Aires y se convirtió en reportero de Caras y Caretas, una publicación muy famosa en Argentina durante las décadas de 1920 y 1930. Y así, ese nombre tan sugerente cruzó los Andes y llegó a Lima, donde en 1950 sirvió de inspiración para Caretas, la recién fundada revista.
– ¿Cómo se decide la línea política?
–Arrancamos la edición los jueves con una reunión en la que se hace un pequeño balance sobre lo actuado y se discute sobre las líneas que más o menos hemos identificado. ¿Cuál es nuestra línea editorial? En realidad, nuestra actitud es abierta, y lo que hacemos, simplemente, es mantener el vigor de la investigación sobre cada acontecimiento político. Éste es un ejercicio que no acaba con una edición ni con una posición editorial tomada en determinado momento. Nosotros actuamos sobre hechos y sobre procesos inmediatos. No discutimos al nivel más ideológico, teórico, el de las columnas; para el periodismo lo que hay son hechos concretos, y el reportero y el fotógrafo van al lugar a recogerlos.
–Una revista como Caretas no se libra de hacer afirmaciones y de recibir críticas. Por ejemplo, se habla de su vínculo histórico con Alan García, se la acusa de alanista. Y de defender a Del Castillo, como en el caso Business Track.
–No tenemos ningún problema en afirmar que por más que volteamos todas las piedras investigando las denuncias sobre Business Track, no encontramos ninguna impropiedad en la actuación de Jorge del Castillo durante su paso por el premierato, más allá de que atendiera a ese caballero dentro de un hotel. Por eso no estamos de acuerdo con que actualmente haya un proceso de litigio; sinceramente, nos parece que hay mucho de política en esta situación.


En cuanto a Alan García puedo decir que, hoy como ayer, la revista muchas veces va a contracorriente de ciertos cargamontones mediáticos. Nosotros desarrollamos opiniones propias, nos gusta discrepar de nuestros electores, desafiar el común denominador, aportar datos adicionales. Y nuestros lectores aprecian el esfuerzo que hacemos por tratar de entender mejor las cosas.
Nosotros defendemos nuestro derecho a creer que una persona es honesta.
En la década de 1980 también se decía que éramos alanistas porque no compartimos todo el cargamantón que se le hizo a Alan con Popy Olivera. Al final, Caretas hizo una investigación muy sencilla: ir a los Estados Unidos y tocarle el timbre al presunto investigador que, se supone, había descubierto las cuentas secretas de Alan García y las había llevado al Parlamento. Y resulta que el propio estadounidense admitió que había falseado el documento. Ante una evidencia de esa naturaleza, hubiera sido francamente deshonesto continuar con la acusación.
–Es curioso cómo la política puede ir más allá de las propias lealtades. En una edición pasada, Gustavo Gorriti reseña una reunión de Alan García con Alejandro Toledo. En ésta, García dice que tiene sentimientos encontrados frente a Del Castillo: por un lado, sabe que él fue muy leal, pero, por otro, siente que por causa de él le han colgado al Gobierno la etiqueta de corrupción. ¿Qué opinas sobre eso? Y, por otra parte, ¿cómo ves el segundo Gobierno de Alan García?
–En la revista encuentras diferentes ángulos y lecturas sobre las mismas situaciones. De eso se trata, precisamente. En este caso, Gustavo descubre algo. Tiene una versión y nosotros la publicamos, y eso enriquece la revista.
Respecto del segundo Gobierno de Alan García, considero que básicamente está en la línea correcta. Si hemos de compararlo con la gestión de Fujimori, diré que estamos mil veces mejor: ésta es una democracia. Si hemos de compararlo con el Gobierno de Toledo, me parece que también estamos mejor, pues tenemos un Ejecutivo más ordenado, un Gabinete más ordenado. Hay una postura más clara y el Presidente tiene una capacidad de oratoria, de explicación, bastante más rica que la de Alejandro Toledo. Entre los errores grandes, profundos, mencionaría el de Bagua. El de los famosos decretos legislativos, el pecado original. Se cometió un error absolutamente garrafal y seguimos en ese mismo error, seguimos con un Congreso que tiene problemas para definir el tema de la consulta previa, que pretende aprobar la Ley Forestal.
–Y sobre el tema de las instituciones, nuevamente estamos hablando de un Tribunal Constitucional y un Poder Judicial poco independientes, ¿no crees?
–Sí, y para estar al tanto de eso yo leo ideele. Ustedes conocen el tema muchísimo más que yo, siguen la trayectoria de cada uno de los personajes, comprenden lo que pasa con enorme profundidad. Es una preocupación que compartimos con ustedes, pero en realidad ahora, en estos mismos instantes, no sabría pronunciarme sobre este caso especifico. Lo que sí me parece interesante es este nuevo proceso para elegir al Presidente de la Corte Suprema del Poder Judicial, que es un pulseo entre César San Martín y Enrique Mendoza. Desde mi modesta atalaya, puedo observar que ambos son jueces probos de la institución.
–¿Crees que hay alguna novedad respecto del fujimorismo?
–Bueno, yo no entiendo el alto nivel de popularidad que las encuestas otorgan a Keiko, porque no veo cuál es su discurso, no sé cuáles son sus cuadros y no sabemos qué tipo de acciones está desarrollando, más allá de que se supone que recorre varias localidades. Sin duda, Keiko nos parece una persona distinta de su padre, pero eso no quita que se trata de un movimiento con un origen que no compartimos.
–Tú señalaste que el Gobierno de Alan García tiene aspectos positivos y negativos. ¿Cómo ves el ambiente de libertad de expresión en este régimen?


–Lo veo en la parte positiva. Es decir, puede haber problemas que pueden responder a diferentes factores, como por ejemplo a la presencia de un magistrado corrupto. Pero yo no generalizaría. No siento que este Gobierno tenga el ánimo de controlar la libertad de expresión.

– Tú citabas como uno de los errores de este Gobierno lo de Bagua. Por ejemplo, allí radio La Voz fue cerrada como una sanción por la forma cómo informó acerca de los hechos.
–En eso sí estoy de acuerdo. Fue un incidente puntual.
–Otro ejemplo es el incidente de la cachetada presidencial. El desdén con que el Presidente habló acerca de los periodistas que publicaron esa noticia expresaba no solo molestia sino también una calificación.
–Si comparas esto con los procesos de Ecuador con Correa o de Bolivia con Evo, te das cuenta de que aquí no hay nada parecido, aquí hay incidentes específicos. Que el Presidente le haya metido un cachetadón a un pata que lo insultó puede ser, desde nuestro punto de vista, una respuesta un poquito cargada de testosterona, pero no nos parece del todo inadecuada. O sea, si te mientan la madre, de vez en cuando se te escapa el cachetadón. Fue un incidente absolutamente anecdótico.
–Allí también tenías una prensa a la que se le negaba la posibilidad de informar.
–Tenías un diario que consiguió la memorable primicia, un diario que, de paso… dime un cosita: ¿con qué pañuelo baila ese diario? Diario 16 tiene fuentes de financiamiento que no se conocen, pero que todo el mundo sospecha cuáles son.
–¿No crees que los periodistas deberían declarar quiénes les pagan?
–Lo que pasa es que de esa manera se va construyendo la credibilidad de un medio de comunicación. ¿Por qué escribes eso y por qué dices eso? ¿Y por qué en esta oportunidad criticas y no lo haces en aquella otra? ¿Y por qué sacas esta denuncia? Y entonces, resulta que es porque tienes ciertas simpatías políticas o porque eres un corrupto. Todo el mundo está juzgando si Caretas es alanista o si se fue por acá o por allá. Y lo mismo sucede, por supuesto, con todos los otros diarios.
Nosotros no somos apristas ni antiapristas: somos una publicación totalmente independiente. Nosotros defendemos nuestro derecho a creer que una persona es honesta. En el caso de BTR, ése es nuestro punto de vista. Porque, por otro lado, la revista hace lo que otros medios no hacen: nosotros sí vamos a identificar a las personas que consideramos que son corruptas y lo son. En el tema del narcotráfico hemos destapado casos y tenemos una línea de investigación muy marcada. Tenemos los casos de Cataño, Sánchez Paredes, Lambert; en fin, 20 casos de ese tipo y otros menores.

–Pero no se ha avanzado nada en la investigación del caso Business Track, y es bien difícil creer que este tema no está en manos del Gobierno.
–Pero lo que pasa en el caso de Business Track consiste en que hay un caballero que quiere entrar a licitar en el tema del petróleo específicamente. ¿Qué pasó con los lotes? Que ganó la empresa noruega en ciertas cosas y perdió en otras. Y es más: pagó más regalías en ciertos lotes que en otros, lo que indicaría que no tenía información privilegiada de ningún tipo; pagó una regalía altísima para un lote en el que, finalmente, no se presentó nadie. Lo concreto es que quien estaba a cargo de esa subasta en Perupetro era Saba y todo ese Directorio, y siguen allí y nadie los cuestiona.
–Todo lo que se descubrió justificaba que entraran a investigar la Policía, el Ministerio Público, el Poder Judicial…
–Lo que pasa es que el caso se ha quedado así porque la respuesta ya está. La pregunta es quién compró los servicios de BTR para grabar…
–No sé si la respuesta está por ahí, pero acuérdate de que la Fiscal de la Nación acusó al Presidente del Poder Judicial, y el Presidente del Poder Judicial a la Fiscal de la Nación, de haberse pelado un conjunto de archivos del USB y que los habían seleccionado, y ésa es una acusación gravísima.
–Lo que pasa es que tienes dos USB de los que ha desaparecido información y 45 cajas donde hay un montón de información. Y la discusión se detiene porque hay dos USB de los que desapareció la información, o sea donde no hay información... ¡Oh, y ahora qué hacemos!… Perdón, un minuto: hay 45 cajas con información. Uno de los aspectos para determinar responsabilidades penales es saber quién financió a BTR, quién estaba interesado en chuponear. ¿Quiénes financiaron todas esas actividades? Bueno, los rivales, la competencia. Y estás hablando de intereses bien grandes, de enormes compañías.
La Caretas de hoy
–¿Qué peso tiene Ellos y Ellas dentro de Caretas? Antes era un suplemento, pero ahora son dos revistas que vienen juntas.
–Caretas es una publicación totalmente flexible; nosotros nos reinventamos semanalmente. Y en el mundo no hay una sola publicación que por el mismo precio te dé la matriz y un plus que es más grande. En la era de Internet, en la que el papel tiende a desaparecer, nosotros, por el mismo precio, ofrecemos una superbonificación: el magazine más el otro elemento. Que no es un elemento inventado, sino uno que ya estaba dentro de la revista y que hemos agrandado. Son las cosas que te da la tradición, porque Caretas tiene 60 años y tenía un tamaño grandazo. Entonces, no sé, hay una especie de ADN que hace que tú te conviertas en eso.
–¿Quién lee Caretas ahora? ¿Qué sector del país?
–Nos va bien, pero además la revista obtiene un reflejo fascinante. Caretas no hace publicidad. Nuestra publicación sale los jueves y la gente te la compra, y nuestra mejor publicidad es que alcanzamos un reflejo inmediato en los noticieros, como en el tuyo: “Caretas dice, Caretas señala”. Y eso que hay algunos medios bastante mezquinos —no ustedes, sin duda— que agarran la revista y la piratean, reproducen nuestras noticias, las utilizan como propias sin citarnos. Algo sensacional de Caretas es que, cuando realmente queman las papas, cuando se presenta una de esas situaciones extremas o esas noticias increíbles, la gente se lanza sobre la revista. El ciudadano tiene como reflejo que cuando las papas queman, quiere saber qué dice Caretas. Ese nivel de elección indica que quienes compran la revista son personas que quieren estar alertas, gente que está pendiente.
¿Y quiénes son? Hay de todo: profesionales de distintas carreras, abogados. Pero cuando lanzamos nuestro Concurso de las 1000 Palabras, el Concurso de Periodismo de Doris Gibson o el famoso Concurso de Máscaras que hicimos hace mucho tiempo, quien participa no solo es gente de San Isidro o Miraflores, del sector A o B, sino también gente de Lince, Breña, Cusco, Paucartambo. ¡Lo de las máscaras fue increíble! Esta última carátula que sacamos de Toledo es una máscara hecha por un chiquito artesano que vino de Celendín. ¿Y cómo se enteraron en Celendín, Cajamarca, de que Caretas estaba organizando un concurso? Entonces, eso es pues Caretas.
–¿Quién pone la irreverencia y la ironía en las carátulas?
–¿Cómo hacemos las carátulas? El otro secreto, la fórmula de la Coca-Cola, es simplemente que nos pasamos largas horas y noches trabajando sobre el producto final. Tenemos que hacer un esfuerzo para seleccionar, definir, descartar. ¿Y qué es lo que queda? Al final, la carátula sale de toda esa java, de donde se escoge “la manzana más roja”. Bueno, tenemos algunas pautas: puedes tener a una linda modelo, el golpe gráfico, político, y puedes tener la metáfora. Nosotros somos flexibles; hacemos fotomontajes, también, y en ese ámbito definimos.
–¿Cuáles son los pros y los contras de pertenecer a la tercera generación que asume una revista que tiene dos presidentes de peso?
–Es un poco como ser el hijo de el Cordobés, ¿no?, que te abren las plazas y después tienes que lidiar con un toro de 300 kilos. Es un peso y una responsabilidad grande que a veces cohíbe. Pero, por otro lado, es fascinante este mundo que heredo y que, a la vez, es mi vocación. Porque yo no me metí al periodismo solamente porque vengo de una familia de periodistas, sino porque a través de ella descubrí este mundo. Todo esto constituye una especie de arte liberal. Estoy, pues, metido en el corazón de las artes liberales.
–¿Hasta qué punto es verdad lo que dijiste en la edición número 60 acerca de que Enrique no tiene nada que ver? ¿Se ha apartado totalmente, ya no mete su cuchara?
–Una de las cosas que más admiro de mi padre es su intuición. Al principio no se comprendía su decisión, pero fue superacertada. Cuando dos años atrás decidió dar un paso al costado y dijo que yo iba a ser el director, yo no estaba al tanto de que me iban a empujar al ruedo de esa manera; y, claro, me cohibí. Ahora, lo que sucedió es que no pasó nada. O sea, es un gran cambio, pero al mismo tiempo no lo es en el sentido de que mi padre sigue plenamente vigente en la revista, solo que no se come los cierres. Y ya era hora, francamente.

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