viernes, 26 de abril de 2013

EDUCACION PARA EL FUTURO


Por León Trahtemberg 

Educación para el futuro y la realidad 

¿Cuáles son los principales problemas del país? Según las encuestas,  la inseguridad ciudadana, corrupción, desempleo, pobreza, contaminación ambiental, conflictos sociales, crecientemente insoportable del tráfico, lentitud burocrática, y podríamos agregar problemas universales como el cáncer, epidemias que aparecen cada tanto,  escasez del agua, amenazas nucleares, etc.

¿Cuáles de esos temas se tratan en los colegios? Me atrevería a decir que casi ninguno. Pese a que son problemas presentes y futuros con los que nuestros egresados tendrán que lidiar, salen del colegio totalmente ignorantes  e indefensos frente a los temas que definirán el futuro democrático, pacífico, justo y saludable de nuestro país. Si no se trata en el colegio (y creería que lo mismo ocurre en las universidades, exceptuando las especialidades que por su naturaleza tocan directamente alguno de los temas) entonces surge la pregunta ¿en virtud de qué tendrían nuestros jóvenes ciudadanos que dominar esos temas y estar preparados para encararlos?

Cuando hablamos de educación para el futuro, no debemos hablar de la educación para el siglo XXI, porque ya pasaron 13 años de ese siglo y en los colegios esencialmente siguen haciendo lo mismo que se hacía en los siglos XIX y XX: enseñar asignaturas desconectadas entre sí, descontextualizar los aprendizajes,  dar la espalda a los problemas de la vida real, y orientarse a enseñar aquello que se ha registrado sobre el pasado de nuestro país, en lugar de darle un espacio importante a lo que habrá de pasar en el futuro.

Algunos no entienden qué significa estudiar el futuro. Es lo que se hace en un estudio de mercado, o en la elaboración de un presupuesto o las metas de producción de un bien, o en las encuestas pre-electorales, o en las proyecciones de las tendencias en algún tema como por ejemplo el calentamiento global, el aumento de poder de China o la caída de meteoritos sobre la tierra.  Es decir, se plantean hipótesis o escenarios posibles, y con diversas herramientas se especula sobre las implicancias de su posible realización. Lo importante no es que se cumpla lo pronosticado, sino haberse trazado los escenarios futuros para ir tomando las acciones para acercarse a los deseables o alejarse de los indeseables.

Esto mismo debería hacerse en los colegios. Dar cabida a la especulación sobre los escenarios futuros que posiblemente les toque vivir a  los alumnos para que los vayan estudiando, entendiendo y planteándose estrategias de acción respecto a ellas.

¿Por qué no se hace? Por un lado, porque somos un país en el que proponerse una visión de futuro y organizarnos para que éste se cumpla es aún una ficción, por lo que no hay un incentivo desde las esferas de gobierno para pensar constantemente  el futuro en todos los ámbitos del quehacer nacional. Por otro lado, porque el ministerio de educación no lo incluye en el currículo nacional ni las universidades e institutos lo incluyen en la formación de los docentes, por lo que estos no tienen el referente para saber cómo abordar estos temas. Así mismo, el diseño curricular nacional por áreas o asignaturas segmenta los problemas reales y los convierte en sumas de islas de conocimientos que hacen imposible que el alumno los pueda integrar y entender en todas sus dimensiones y por lo tanto especular sobre su futuro. 

Por ejemplo, el tema de cáncer, ¿Es física? ¿Es química? ¿Es biología? ¿Es economía? ¿Es geografía? ¿Es historia? ¿Es literatura? ¿Es matemática? ¿Es educación cívica? ¿Es ética?

 La verdad es que es todo eso  integrado, pero si por cumplir con las áreas por ejemplo se coloca como tema de química, se empobrece el tema y se descartan aristas importantes del tema porque sólo se enfoca el aspecto bioquímico de la enfermedad. Además, en ese esquema, no hay lugar a especular con el futuro de la enfermedad y su impacto en la sociedad. 

Finalmente, porque profesores que han sido formados para enseñar lo que ya se sabe, o lo que está en los libros, todo lo cual esencialmente los orienta al pasado, no están formados para especular con el futuro que nadie sabe cómo será y que no aparece definido en libro alguno. Si se enseña solamente aquello para lo cual el profesor tiene todas las respuestas, jamás se estudiará el futuro.   


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