Se llamaba Juan Argumedo y fue sospechoso de ser senderista. Hoy su hija recuerda que fue reivindicado por la justicia y cuenta su vida
MIGUEL ÁNGEL CÁRDENAS
Siempre se ha honrado con justicia a los ocho periodistas, mártires deUchuraccay, asesinados el 26 de enero de 1983; pero se desconoce en detalle qué pasó con su guía, Juan Argumedo, y con un comunero, Severino Huáscar Morales, asesinado por intentar defender a Argumedo, su amigo. “En ese recóndito poblado de Ayacucho, fueron masacradas 10 personas, no solo 8” es el clamor de Rosa Luz Argumedo Aguilar, la hija de ese guía, cuyo cuerpo fue dado por perdido en 1983, fue encontrado y sepultado en secreto y en medio del desquicio por su esposa y, mandado desenterrar por un juez limeño, no descansó en paz hasta 1987.
Rosa Luz tiene 32 años y se hizo periodista para reivindicar el nombre de su padre, estigmatizado como posible terrorista por la prensa de izquierda y de derecha. También estudió psicología para entender la tragedia y está escribiendo un libro con su investigación inusitada sobre el Caso Uchuraccay.
UNA DOLOROSA DETECTIVE
Julia Aguilar, la esposa de Argumedo, fue la última que vio a los periodistas con vida cuando abandonaron su chacra. Juan Argumedo García tenía 35 años y era hermano materno de uno de los periodistas asesinados: Octavio Infante García, quien dirigía el semanario “Panorama” de Ayacucho.
Julia Aguilar, la esposa de Argumedo, fue la última que vio a los periodistas con vida cuando abandonaron su chacra. Juan Argumedo García tenía 35 años y era hermano materno de uno de los periodistas asesinados: Octavio Infante García, quien dirigía el semanario “Panorama” de Ayacucho.
A la mañana siguiente de que partieron con un caballo y una mula, Julia oyó que algo les había pasado y partió a Uchuraccay. Allí fue detenida con su suegra y cuñada –quienes también llegaron preocupadas–, y fueron sometidas a juicio popular por los campesinos ebrios y desorbitados. “Mi abuela tenía allí a Silvio Chávez, su ‘hijo de juramento’ –una figura filial más íntima que la del padrinazgo–, que las ayudó a escapar y sería también asesinado al mes”.
Cuando Julia fue a denunciar el hecho a la comisaría de Tambo: “El capitán le dijo que los periodistas estaban muertos y sacó de un anaquel el carnet de Jorge Luis Mendívil del diario ‘El Observador’, ¡el hecho ya lo sabían!, pero mi familia lo denunció en Huamanga y se supo públicamente del caso”.
Luego de que se desenterraran los cuerpos de los periodistas, no apareció el de Argumedo y muchos medios lo acusaron de terrorista. Julia sobrevivió a la tragedia griega: se trepaba a la camioneta del fiscal del caso, soportaba los abusos de los militares, se sobreponía a las amenazas de los terroristas, daba la vida por sus pesquisas, ella solita. A fines de octubre de 1983, encontró el cuerpo en un sector llamado Lima Lima. “Bajo lluvia, de noche, mi madre lo reconoció por los dientes, lo lloró como pudo, junto a mi familia lo enterraron en el cementerio de Chacabamba y no le contó a nadie”. Al siguiente año, Julia huyó con su hija pequeña a Lima. Fue en 1986 que la hermana de Argumedo, Lidia, tuvo que testificar en el juicio que ya se llevaba a cabo en la capital. Y allí reveló el secreto familiar. El juez ordenó la necropsia, trajeron el cuerpo a Lima y durante un año lo analizaron, para terminar concluyendo que Juan murió linchado el mismo día que los periodistas.
“¡Eso lo reivindicó públicamente!, pero nadie lo publicó, y no está en el cementerio El Ángel como los periodistas, nunca lo consideraron a su nivel. Y mi madre lo entierra en el cementerio de Canto Rey”. Y las preguntas siguen acuciantes: ¿Quién movió el cuerpo de Argumedo del lugar de los hechos? Existe evidencia de que fue asesinado en la casa comunal de Uchuraccay, ¿pero por qué desaparecieron su cadáver? “No creo que haya habido infiltrados, los comuneros sí los mataron, pero había responsabilidad política. Si miras la necropsia, los comuneros ya estaban adiestrados para matar con golpes certeros en el cráneo. Mi padre era quechuahablante y vecino, eso desbarata la tesis de que eran ignorantes y ellos desconocidos”. Rosa Luz termina aquí algo que recién empieza: “No quiero reparación, solo que se reivindique el buen nombre de mi padre y se sepa la verdad”.
“LA CVR NUNCA CONVOCÓ A MI MADRE A DECLARAR”
Rosa Luz Argumedo se muestra dolida con las comisiones investigadoras del caso. “Mi mamá estuvo cuando la comisión Vargas Llosa fue a Uchuraccay, y le dio cólera porque el escritor la ignoró. Cuando me dio permiso para contar su historia, me dijo: ‘Vargas Llosa será muy Nobel, pero fue un soberbio conmigo’. Le dijo que no tenía nada que conversar con ella, la rechazó, pese a su dolor. Mi mamá les decía que ella sabía, que había visto a los comuneros asesinos, pero la trataron como esposa de un terrorista, porque en ese momento su cuerpo no se encontraba. Igual fue con la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), nunca convocaron a mi madre para dar su versión esclarecedora. Y todo el mundo sabe que mi mamá, mi abuela y mi tía fueron detenidas el 27 y 28 de enero de 1983 por los comuneros, después de la muerte de los periodistas. Son testigos claves. Nos ignoraron mientras los terroristas y los militares podían matar a mi madre”.
Rosa Luz Argumedo se muestra dolida con las comisiones investigadoras del caso. “Mi mamá estuvo cuando la comisión Vargas Llosa fue a Uchuraccay, y le dio cólera porque el escritor la ignoró. Cuando me dio permiso para contar su historia, me dijo: ‘Vargas Llosa será muy Nobel, pero fue un soberbio conmigo’. Le dijo que no tenía nada que conversar con ella, la rechazó, pese a su dolor. Mi mamá les decía que ella sabía, que había visto a los comuneros asesinos, pero la trataron como esposa de un terrorista, porque en ese momento su cuerpo no se encontraba. Igual fue con la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), nunca convocaron a mi madre para dar su versión esclarecedora. Y todo el mundo sabe que mi mamá, mi abuela y mi tía fueron detenidas el 27 y 28 de enero de 1983 por los comuneros, después de la muerte de los periodistas. Son testigos claves. Nos ignoraron mientras los terroristas y los militares podían matar a mi madre”.
Gloria Trelles, madre del joven periodista Jorge Luis Mendívil, muerto en Uchuraccay, recordó que varias veces recibió la convocatoria de la CVR, en Huanta, para que diera su versión por la muerte de su hijo. “Acudí varias veces, de eso que no le quede duda, pero al final me dijeron que la terrible muerte de mi hijo era un caso judiciable”. La misma respuesta, recordó, la recibió del defensor del Pueblo. Por la muerte de su hijo fueron condenados tres comuneros de Uchuraccay. “Ellos [los comuneros] siempre dijeron que fueron obligados a matar… Por eso creo que esto fue obra del gobierno de turno…”, se quejó.
Uno de los comuneros murió en prisión, mientras los otros fueron liberados. Para Gloria Trelles, a pesar del tiempo transcurrido, no se ha hecho justicia con la muerte de su hijo, pues cree que todo lo que hizo la CVR fue algo similar a lo hecho por la comisión Vargas Llosa. “*Solo estoy esperando justicia y que se sancione a los verdaderos culpables”*, puntualizó.
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