sábado, 26 de enero de 2013
CRÓNICA: LA MASACRE DE UCHURACCAY, UNA HERIDA SANGRANTE DESPUÉS DE 30 AÑOS
El 26 de enero de 1983, ocho periodistas y un guía fueron salvajemente asesinados por una turba de comuneros. Esta es la historia de quienes pudieron estar y no estuvieron
ENRIQUE VERA @kiquevera
Redacción online
Tres horas y media de viaje por la agreste puna de Huanta, Ayacucho, no habían amainado su arrojo. Aquella, la última parada del taxi que alquilaron en Huamanga, fue propicia para estirar las piernas, comer fruta y todavía sonreír al brillo de la Laguna de Tocto. Así tomaron posiciones. Eduardo de la Piniella, el laguirucho redactor del “Diario de Marka” y Jorge Sedano de “La República”, manos al bolsillo, flanquearon la vehemencia y buen talante de Amador García (“Oiga”), Luis Mendívil (“El Observador”), Félix Gavilano (“Diario de Marka”), Pedro Sánchez (“Diario de Marka”) y Willy Retto (“El Observador”). Así se inmortalizaron en la ultima instantánea que se tomaron juntos. 26 de enero de 1983, 8:30 de la mañana. Iban en busca de la verdad.
Una semana antes, Huaychao, la comunidad que proyectaban surcando los gélidos montes ayacuchanos (4.000 msnm) acogió la emboscada y muerte de siete integrantes de Sendero Luminoso a manos del pueblo mismo. La acción había valido un reconocimiento público del ex presidente Fernando Belaunde para los campesinos del lugar y, al mismo tiempo, sobrecogimientos de terror en estos ante una venganza implacable…inminente.
Lejanísimo, lóbrego, Huaychao era entonces un punto palpitante. El general EP Clemente Noel había sido designado jefe del Comando Político Militar en la denominada zona roja luego de que las Fuerzas Policiales quedaran prácticamente replegadas. Sus primeras tareas fueron contener todo asomo de represalia terrorista que apuntara principalmente a la urbe huamanguina y nuevos baños de sangre en Huancapi, Cangallo o Vischongo.
“La gente decía que el Ejército iba a arrasar con todos, buenos y malos. Le pedí al general Noel que me permita recorrer los sectores de emergencia y así comprobé el horror de múltiples comunidades quechua hablantes. Mi sorpresa fue encontrar en estos sitios solo a niños muy pequeños o gente muy adulta. Todos los demás, hombres y mujeres, habían sido reclutados y llevados a los cerros. Sendero barrió con todo, era increíble lo que pasaba”, contó a elcomercio.pe Jorge Henderson, hombre de TV quien durante sus años dedicados al periodismo permaneciera largos periodos en poblaciones tomadas por la subversión hasta días antes de la masacre.
Con la sombría localidad del asesinato de senderistas en la mira, unos quince periodistas de Lima y Ayacucho hicieron del hospedaje Santa Rosa, a dos cuadras de la plaza de Armas de Huamanga, su centro de operaciones. Organizaron el viaje, compraron provisiones, alquilaron dos taxis. “Querían comprobar si la información oficial de los hechos era correcta. Yo había sido testigo de matrimonio de Pedro Sánchez, un fotógrafo flaco, de sobriedad absoluta, muy cumplidor. Nunca contaba chistes, menos anécdotas. De la Piniella era un joven con intereses políticos convertido al periodismo. Un blanco acriollado de corazón generoso. Ambos eran los relevos allá del “Diario de Marka” que yo dirigía cuando ocurrió lo de Huaychao”, recordó José María Salcedo a este portal.
La noche previa al viaje tuvo raptos de jolgorio. Un inspector del Banco Agrario encariñado con el grupo de periodistas organizó una parrillada en el patio de la casona Santa Rosa. Tomaron un poco y rieron al coincidir que ni uno iba a llevar botas altas para terrenos fangosos sino zapatillas. A la primera luz del día siguiente -5 a.m.-, el primer taxi llegó. “Corrimos hacia las puertas tratando de abrirnos paso entre nosotros mismos. Los más corpulentos entraron primero. De la Piniella adelante. El ‘Gordo’ Sedano atrás con Willy Reto y por ahí se metió el menudito Mendívil también. ‘Gordo’ arrímate para entrar, le decía a Jorgito, pero ya estaba lleno el auto. De la Piniella sacaba la cabeza como culebra por la ventana y lo cochineaba a Javier Ascue de El Comercio que tampoco pudo subir”, narró a elcomercio.pe Félix Alberto Reyes, gráfico del “Diario de Marka”, que quedó a la espera del segundo carro con Roberto Cubas (“Correo”), Jorge Torres (“Gente”), Ernesto Salas (“La República”) y otros más. Pero el otro auto fletado nunca pasó a recogerlos.
EL ANUNCIO DE LA TRAGEDIA
Después de las fotografías cerca a la Laguna de Tocto, la delegación que sí partió tuvo a pie tres horas más cuesta arriba, guiada por el director del diario “Noticias” de Ayacucho, Octavio Infante. Un descanso permitió al grupo recuperar vigor y seguir por la trocha ahora bajo la orientación del chacabambino Juan Argumedo. Hacia las 3:00 p.m., cuando los periodistas se disponían solo a cruzar el poblado de Uchuraccay, en el último tramo a Huaychao, una endemoniada turba hervida por las alertas de nuevas incursiones terroristas los mató. Con ciega brutalidad, los mató.
Contó Reyes a este sitio web que esa mañana, antes de que el taxi dejara atrás la casona Santa Rosa, el reportero gráfico Willy Reto despegó de algún carné de prensa viejo una fotografía suya y se la puso en la mano a Roberto Cubas de “Correo”. “Maestro, se la dejo porque me voy a hacer famoso, le dijo”.
Los rumores de la desgracia llegaron con la copiosa lluvia del 27 de enero a los periodistas que permanecieron en el hospedaje huamanguino. Habían pasado más de 24 horas y ya debían estar de vuelta según lo estimado. Las oscuras premoniciones parecían confirmarse cuando Javier Ascue recibió de una mujer comerciante el fotocheck de Luis Mendívil. “Han matado a sus amigos en el monte”, le advirtió.
Quien sí llegó a Huaychao, gracias a un vuelo de acción cívica permitido por el general Noel, fue Gustavo Gorriti, periodista de intensa labor en los puntos de emergencia. En diálogo con elcomercio.pe, este fue su recuerdo de esos punzantes días: “El jueves 27 salí en un avión FAP con un médico del Ejército que iba a atender a comuneros, pese al mal tiempo logré regresar esa noche a Ayacucho. El viernes 28 en Huamanga, donde había llegado el entonces fiscal de la Nación, supe de la inquietud de varios colegas que se habían quedado en el Santa Rosa por no tener noticias de los que habían viajado el 26. El sábado 29 el general Noel me comunicó que las primeras informaciones eran muy negativas y algo muy malo había pasado. Por la noche tuve la certeza que murieron asesinados por comuneros”.
“A mí el ministro Alfonso Grados Bertorini me dijo que eran muy factibles las versiones sobre la supuesta masacre. Al día siguiente cuando iba camino a conversar con la esposa de Pedro Sánchez, un apagón me sorprendió. Toqué la puerta y ella salió cogiendo una vela. No tuve que decirle nada, me vio y comenzó a llorar”, recuerda ‘Chema’ Salcedo.
Desde los helicópteros del Ejército en que arribaron a los páramos de Uchuraccay -el 30 de enero de 1983- junto con directores de medios, familiares, políticos y autoridades religiosas, los reporteros que quedaron sin movilidad para ir a ese lugar de muerte fueron los primeros en correr hacia las bolsas de polietileno donde yacían sus compañeros tras haber sido exhumados. Ahí terminaron de creerlo, y los lloraron.
CRUCE DE DARDOS
A la conmoción mundial –ha sido el mayor y más cruento asesinato de periodistas en la historia- siguió un feroz cruce de dardos que tenían en las Fuerzas Armadas el blanco de toda responsabilidad por haber “instigado la matanza”. Parte del cuerpo periodístico nacional refrendaba esta tesis en el temor y directivas que habían impartido las fuerzas militares a las localidades castigadas por Sendero.
A fines de marzo de 1983, la vapuleada comisión a cargo de las pericias del caso, encabezada por Mario Vargas Llosa, determinó que la población asesina actuó con salvajismo por sus condiciones marginales y de privación extrema. No consideró que el Ejército fue el homicida directo, pero tampoco descartó que a partir del general Noel, el Comando Político Militar haya influido en los campesinos para el feroz ensañamiento de hace 30 años.
FUENTE: http://elcomercio.pe/
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