Francisco Vizconde Meléndea.
Integrante del
Comité Promotor Regional de Fuerza
Ciudadana de Lambayeque
La tercera reunión de
la Mesa de Diálogo sobre el conflicto Cañaris (sábado 2 de marzo en Huacapampa)
tuvo a los representantes de los sectores estatales como a los principales
protagonistas. Claro que es positivo el hecho que se hayan hecho presente todos
los sectores del Estado, por cuyas funciones y competencias nunca debieron estar
ausentes de Cañaris y de la zona andina lambayecana. Pero, una reunión de estos
actores no es el asunto central en aras de fortalecer el diálogo para resolver
el conflicto.
Sin embargo, la
actuación de estos sectores no radica principalmente en una perspectiva de
visión de desarrollo de la zona andina; es más la adición de obras y recursos
sin incrementar tampoco el presupuesto y en un gesto para tratar de evitar una
mayor movilización campesina. Por esta vía, la Mesa de Diálogo no abona mucho a
la solución del conflicto y este puede tomar nuevos y no deseados
rumbos.
La definición de un
plan de desarrollo andino, sobre la base de una visión identificada de modo
concertado con la ineludible participación de las dos comunidades campesinas que
viven en Cañaris y de toda la zona andina, es la vía saludable para el acuerdo
sobre las alternativas a la problemática diversa de la población de Cañaris,
Incahuasi y Salas.
La insistencia de la
Mesa de Diálogo a reunirse casi sola con representantes del Estado y a definir
obras sin consulta a los representantes de las comunidades campesinas y
organizaciones sociales de los tres distritos es el sesgo autoritario del
Estado, característica secular que ha ocasionado diversos conflictos. Asumir que
en el caso Cañaris el conflicto se reduce a la contradicción con la actividad
minera es no mirar la historia de postergaciones y marginaciones de las
poblaciones andinas, muchas de naturaleza étnica cultural.
De otro lado, la
insistencia de la dirigencia de la Comunidad Campesina “San Juan Bautista” en la
condición que solo si se retira la empresa minera el diálogo puede caminar,
tampoco ayuda a una salida concertada frente al conflicto. La agenda de la Mesa
de Diálogo, al parecer no tiene orden y no habría prioridades que tengan que ver
con el mejoramiento de la vida de la población. Esta actitud solo ayuda a
calentar mucho más la contradicción y a llegar a una opción tipo Conga con
represión incluida.
Si las partes dialogan
de verdad, la región tendría la posibilidad de encontrar estrategias adecuadas
respecto de cómo incrementar los pobrísimos rendimientos agrícolas y ganaderos
de la población andina de Lambayeque, cómo bajar la alta contaminación por el
uso de inadecuadas cocinas que también malogra la salud de las mujeres, cómo
bajar la acelerada deforestación de los bosques de neblina que en sí misma
afecta la vida de la población, cómo asegurar que las escuelas rurales andinas
funcionen todo el día y no solo con el horario de la zona urbana donde en un
solo local funciona dos o tres turnos educativos, cómo atacar las condiciones
que favorecen la presencia de la uta, cómo lograr viviendas saludables, cómo
bajar drásticamente la desnutrición infantil, entre otras problemáticas que no
dependen ni directa ni indirectamente del conflicto minero.
Si la dirigencia de la
C.C. “San Juan Bautista” no entiende estas posibilidades, se habrá puesto en
contra de su propia población.
Esta es la gran
oportunidad para el Frente de Defensa de Lambayeque (FEDEL), que asuma su
responsabilidad de encontrar un camino que haga posible el diálogo que se
requiere. Será importante que el FEDEL asuma que hay dos grandes situaciones que
merecen su atención: el conflicto alrededor de la minería y la ruta del
desarrollo de la región andina. Uno tercero, que merece un tratamiento distinto,
se refiere a reflexionar y decidir si es posible o no un
desarrollo inclusivo con el funcionamiento de la actividad minera. El conflicto
con la minería requiere, sin ninguna duda, dos condiciones en aras de su
superación: i) la más amplia información a la población andina sobre las
ventajas y desventajas de la minería, y; ii) la elaboración concertada del Plan
de Desarrollo Andino con la participación de las autoridades ediles, comunidades
campesinas y demás organizaciones sociales de la parte andina. En esta ruta, el
FEDEL tiene la oportunidad de mostrarse en su rol dirigencial de cobertura
regional, sin descuidar su derecho a la movilización democrática tal como es la
reciente exitosa experiencia del Paro Cívico del 1 de marzo.
Por ahora, debemos
hacer el máximo de esfuerzos porque el diálogo sea de verdad el instrumento para
fortalecer la democracia en la región y lograr la inclusión de las poblaciones
marginadas secularmente, como las andinas.
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