La cámara funeraria fue hallada por un grupo de arqueólogos polacos y peruanos a cuatro horas y media de Lima
WILFREDO SANDOVAL BAYONA
Desde Huarmey
Desde Huarmey
Los profanadores de tumbas nunca pudieron con ella. Ingeniosamente, los súbditos de los señores waris la blindaron con una capa de 33 toneladas de ripio y permaneció intacta durante unos 1.200 años.
Desde hace un par de años, un grupo de investigadores polacos empezó a develar el secreto que guardaba una cámara funeraria de la cultura Wari, con lo que se podrían resolver diversas interrogantes sobre la influencia que durante el Horizonte Medio tuvo este imperio en grandes civilizaciones como la Mochica y otras de la costa norte.
Milosz Giersz, director del proyecto arqueológico, y su esposa Patrycja Przadka-Giersz de la Universidad de Varsovia, así como sus colegas peruanos, Krzysztof Makowski y Roberto Pimentel de la Pontificia Universidad Católica del Perú, en octubre del 2010 ya habían encontrado dos contextos funerarios en el sitio conocido como El Castillo, muy cerca de Huarmey. En ese momento, hallaron evidencias de importancia pero estaban decepcionados porque los huaqueros dañaron seriamente los contextos funerarios, perdiéndose valiosa información.
Sus diez años de experiencia en la zona les recomendaron continuar investigando pese a que los resultados no habían sido del todo satisfactorios. El 1 de setiembre del 2012, con el respaldo de la Universidad de Varsovia y del Centro Nacional de Ciencias del Gobierno de Polonia, decidieron excavar entre los escombros que aún quedaban en la parte más alta de una pirámide escalonada de 20 metros de alto, ubicada a poco más de un kilómetro de la ciudad.
Inspirados en los finos enlucidos rojos de las paredes de adobe y sin mayores expectativas –porque durante décadas gran parte del monumento había sido destruido por los buscadores ilegales de tesoros– los científicos empezaron a excavar en el centro de una estructura de adobe, que reconocidos arqueólogos peruanos creen que pertenecía a la cultura Mochica.
El 28 de setiembre del mismo año, cuando limpiaban pozos de los huaqueros en medio de adobes triangulares, algo más llamó la atención. En la capa de piedras pequeñas (ripio), al fondo de los pozos, aparecieron pupas de mosca, señal inequívoca que en el fondo existía material orgánico.
Giersz estaba completamente sorprendido y dispuso el retiro de ripio que formaba una capa de aproximadamente 100 centímetros y cuyo peso total fue de unas 33 toneladas. Mientras se retiraba este material, apareció una porra de madera, de más de un metro de largo, con incrustaciones de cobre, en el centro de lo que resultó ser una cámara funeraria de singular valor y riqueza de ofrendas.
Debajo del sello de ripio, los investigadores encontraron seis esqueletos humanos que fueron colocados sobre los fardos funerarios de las mujeres, a modo de ofrendas para los personajes del linaje wari.
Mujeres de élite
Una semana después ocurrió un suceso que no estaba en los planes del equipo de científicos. Luego de retirar las siete ofrendas humanas, apareció la cámara funeraria conteniendo un riquísimo ajuar sin precedentes en la cultura peruana. Estaban frente a un gran hallazgo, en el que tuvieron que trabajar en secreto para evitar la maligna presencia de los profanadores.
Una semana después ocurrió un suceso que no estaba en los planes del equipo de científicos. Luego de retirar las siete ofrendas humanas, apareció la cámara funeraria conteniendo un riquísimo ajuar sin precedentes en la cultura peruana. Estaban frente a un gran hallazgo, en el que tuvieron que trabajar en secreto para evitar la maligna presencia de los profanadores.
Después de un mes de minucioso registro fotográfico, dibujo y análisis de los esqueletos, el bioarqueólogo del proyecto confirmó que en la cámara funeraria (de 4,50 metros de largo, 3,50 de ancho y 1,50 de profundidad) había sepultados los fardos con 57 personajes sentados, tal como se acostumbra en la sierra.
En el lado norte de la misma cámara había tres pequeñas tumbas que corresponderían a reinas o princesas waris. En todas ellas se halló ajuares con joyas de incalculable valor cultural pero la del centro albergaría a una señora de mayor importancia que las demás. Las tres señoras, quizá las esposas principales, fueron sepultadas con otras damas nobles, quizá las esposas secundarias o integrantes de la corte.
Al analizar los ajuares, la doctora Przadka-Giersz concluyó que todas las mujeres fueron enterradas con las joyas que usaron en vida como: orejeras de oro y plata, fina cerámica. Cada una de ellas tenía un cesto en el que guardaban varios pares de orejeras adicionales y objetos sagrados que las identifican como parte de la nobleza.
El registro realizado por el equipo de investigadores revela que en la cámara funeraria del castillo de Huarmey se descubrieron 1.200 objetos, entre ellos orejeras de oro y plata, otras similares pero de diferentes aleaciones metálicas, botellas de cerámica de extraordinaria belleza artística, ollas, cántaros, cuencos, unos 300 piruros (algunos de oro y plata) un kero de piedra de Huamanga, usos, agujas, ovillos de colores, cuchillos ceremoniales y otros ornamentos con el estilo propio de la cultura que tuvo su centro en Ayacucho. Todos estos objetos serán conservados por especialistas y luego expuestos para el conocimiento del público amplio, gracias al auspicio de una compañía minera, a la colaboración del Museo de Arte de Lima y al apoyo del Ministerio de Cultura.
Fuente: http://elcomercio.pe/
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