Por León Trahtemberg
Cuando se habla de la educación del siglo XXI suele
aparecer aparejada casi sin excepción la alusión al uso de las tecnologías de
la información, software educativo y
equipos digitales multimedia que permiten acceder a infinitas posibilidades de
apoyo a los estudiantes. Pero también hay una expectativa casi mágica de que la
adquisición de esos equipos y recursos
transformará la enseñanza y en particular la motivación y facilidad para el
aprendizaje por parte de los alumnos. Así, descartar los antiguos libros de
texto impresos y reemplazarlos por moderno software informático parece una
receta exitosa a toda prueba. Sin embargo, las cosas no son realmente así
Tienen
razón los partidarios del uso de la tecnología digital multimedia que sostienen que el libro escolar impreso tiene
limitaciones reales ya que los estudiantes aprenden mejor cuando sus ojos y
oídos trabajan en tándem. Los libros son un medio silencioso, fijos,
proporcionan la misma experiencia para todos los lectores –puede ser difícil
para algunos y fácil para otros-; tampoco pueden ofrecer retroalimentación inmediata, ni
demostraciones en vivo del tema estudiado ni dar una nueva explicación a un
lector confundido.
En
cambio las nuevas tecnologías digitales permiten hacer cosas que el libro no
puede: actualizar contenidos en línea, rápidamente; adaptarlos a los intereses
del estudiante y su nivel de lectura; ejercicios para aplicar los nuevos
conceptos y obtener retroalimentación.
Sin embargo, no es primera vez en la historia reciente
que escuchamos argumentos sobre la manera como las nuevas tecnologías
transformarán la educación
En 1922, Thomas Edison proclamó que el cine transformaría
la educación. En pocos años suplantaría buena parte de los textos escolares. En
1931 el comisionado de la educación de Estados Unidos William Cooper estableció
una sección radial en la oficina de educación de los EE.UU. y para 1932 nueve estados transmitían
regularmente programas educacionales bajo la presunción de que eso
transformaría dramáticamente la educación escolar y provocaría la eliminación de los textos escolares. Historias similares hemos escuchado con la aparición
de la televisión, las computadoras personales, laptops, etc.
Tal como Bror Saxberg y
Frederick Hess escribieron en su
libro “Breakthrough Leadership in the Digital Age”, se conoce
una sola tecnología para el aprendizaje que revolucionó la enseñanza y el
aprendizaje. Se trata de los libros escolares.
Ellos dicen que cuando recién se
introdujeron los educadores se mostraron desconcertados y dubitativos.
Con el paso del tiempo le encontraron sentido por sus dos fortalezas: una, que
le dieron acceso a los alumnos a expertos de todas partes del mundo rompiendo
la dependencia de lo que decía el profesor en clase. Dos, los alumnos
podían estudiar por su cuenta, sin necesidad del profesor. Esto invirtió el
aula permitiéndole a los profesores dedicar menos tiempo al dictado y más
tiempo a explicar, acompañar y facilitar el aprendizaje de los alumnos
Según
Hess, actualmente los sistemas inteligentes de tutoría por computadora son
alrededor del 90% tan eficaces como los tutores en persona, haciendo asequible la
atención personalizada e inmediata que un libro no puede ofrecer (The
World’s Most Successful Ed Tech en Education Next, 20/12/2013)
Sin
embargo Hess alerta a los maestros sobre tres asuntos claves. 1) Las nuevas herramientas se deben usar para repensar lo que los profesores,
estudiantes y escuelas hacen y cómo lo
hacen. Si la enseñanza se mantiene sin cambios, repartir hardware y software en las escuelas
no impactará mucho. 2) La tecnología no puede hacer aquello que corresponde a
los educadores: ayudar a identificar los
problemas que hay que resolver. 3) Tener las herramientas no define qué hacer
con ellas.
Hay
que tener presente todo esto cuando los entusiastas de la tecnología prometen
milagros o cuando los escépticos de la tecnología lamentan que la tecnología
sea un "ataque a los maestros”
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