sábado, 14 de julio de 2012

En la incertidumbre, los monos predicen mejor que los expertos


Incertidumbre gurus se equivocan (Regiones) 15 7 2012

Por: León Trahtemberg

Tengo un ex alumno médico que hasta hoy no pierde la oportunidad de sacarme en cara un error que cometí 25 años atrás, cuando él era un alumno muy flojo (aunque muy inteligente) a punto de egresar del colegio. Yo le había pronosticado que con esas actitudes nunca podría llegar a ser médico.

Con el tiempo se compuso, fue un buen estudiante, ingresó y avanzó bien en la universidad y se graduó de médico. Mi error fue convertirme en pronosticador del  futuro, asumiendo una especie de linealidad entre su situación de ese momento y el  futuro. Casos como ese me enseñaron que el pronóstico del futuro es un ejercicio interesante para reflexionar sobre lo que se podría venir bajo las condiciones vigentes en ese momento, pero puede ser una pésima herramienta para pronosticar ó tomar decisiones que tienen implicancias para la vida o patrimonio de la gente en el futuro,  porque la complejidad de los desarrollos humanos son tales que cualquier predicción resulta una adivinanza.

A propósito de eso, hay interesantes artículos que muestran cómo los monos predicen mejor que los expertos. Uno de ellos reseña casos de expertos muy reconocidos mundialmente que hicieron múltiples predicciones equivocadas. (Tino Fernández, Gurús del mundo: ¿Seguimos haciendo caso a los profetas del error? 4/7/2011)
Allí comenta por ejemplo casos como el del biólogo Paul Ehrlich, de Stanford que en 1970 predijo en su libro “The population bomb” que la población mundial de 3,600 millones de habitantes crecería a razón de 70 millones al año y que nos quedaríamos sin comida. El británico H. N.Norman sostuvo a comienzos de 1914 que no habría nunca más guerras entre las seis principales potencias. Oswald Spengler, H. G. Wells y Alfred Schweitzer escribieron sobre el suicidio de nuestra civilización desde el año 1920. En 1945, Joseph Grew aseguró que “una guerra entre Estados Unidos y la URSS era lo más seguro de todo lo que puede ocurrir en el mundo”. A principios de 1990, el economista Lester Thurow del MIT predijo que Japón dominaría el siglo XXI, y le daba una mínima oportunidad a Europa.

Dan Gardner, autor del libro “Future Babble”  tomó el trabajo del profesor Philip Tetlock, de la U. de Pennsylvania quien revisó más de 80,000 pronósticos hechos desde 1984 por 284 expertos académicos a quienes se preguntó por tendencias políticas y económicas para revisar su nivel de acierto 20 años después. Tetlock llegó a la conclusión de que “un mono tirando a los dardos podría haberlo hecho mejor”.

La revista Business Week publicó el año 2007 las predicciones económicas anuales para el 2008 de 54 economistas reputados que predijeron que la economía estadounidense tendría en el 2008 un  año “sólido”, aunque no espectacular. Nadie predijo la crisis. Tampoco nadie predijo la caída de la URSS, el encumbramiento de China, la primavera árabe, etc.

Siendo así ¿por qué se sigue escuchando a estos futurólogos? Según Gardner se debe a nuestra natural aversión a la incertidumbre, y la necesidad de obtener respuestas a las cuestiones que no conocemos. La gente prefiere una respuesta equivocada a estar en estado de confusión y ambigüedad. Además, la profecía del error vende mucho.

Me parece que lo interesante de todo esto para los educadores radica en el reconocimiento de que el futuro es incierto, impredecible, más aún con los tremendos cambios tecnológicos y climatológicos propios de nuestro siglo. Educadores acostumbrados a concentrarse en el estudio del pasado ya conocido, deberían  enfocarse en desarrollar la habilidad de los alumnos para estudiar el futuro incierto, como herramienta para tener éxito en el siglo XXI. Eso implica tener la capacidad de  incorporar la incertidumbre a sus proyectos y discusiones en clase, y ser conscientes  de las trampas  psicológicas que contiene la búsqueda de la certidumbre respecto al futuro, cuando hay que tomar decisiones que habrán de  orientar sus vidas y las actividades familiares, económicas y políticas.  

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