Incertidumbre gurus se equivocan (Regiones) 15 7 2012
Por: León Trahtemberg
Tengo
un ex alumno médico que hasta hoy no pierde la oportunidad de sacarme en cara un
error que cometí 25 años atrás, cuando él era un alumno muy flojo (aunque muy
inteligente) a punto de egresar del colegio. Yo le había pronosticado que con
esas actitudes nunca podría llegar a ser médico.
Con
el tiempo se compuso, fue un buen estudiante, ingresó y avanzó bien en la
universidad y se graduó de médico. Mi error fue convertirme en pronosticador
del futuro, asumiendo una especie de
linealidad entre su situación de ese momento y el futuro. Casos como ese me enseñaron que el
pronóstico del futuro es un ejercicio interesante para reflexionar sobre lo que
se podría venir bajo las condiciones vigentes en ese momento, pero puede ser
una pésima herramienta para pronosticar ó tomar decisiones que tienen
implicancias para la vida o patrimonio de la gente en el futuro, porque la complejidad de los desarrollos
humanos son tales que cualquier predicción resulta una adivinanza.
A
propósito de eso, hay interesantes artículos que muestran cómo los monos
predicen mejor que los expertos. Uno de ellos reseña casos de expertos muy reconocidos
mundialmente que hicieron múltiples predicciones equivocadas. (Tino
Fernández, Gurús del mundo:
¿Seguimos haciendo caso a los profetas del error? 4/7/2011)
Allí comenta por ejemplo casos como el del biólogo
Paul Ehrlich, de Stanford que en 1970 predijo en su libro “The population bomb”
que la población mundial de 3,600 millones de habitantes crecería a razón de 70
millones al año y que nos quedaríamos sin comida. El británico H. N.Norman sostuvo
a comienzos de 1914 que no habría nunca más guerras entre las seis principales
potencias. Oswald Spengler, H. G. Wells y Alfred Schweitzer escribieron sobre
el suicidio de nuestra civilización desde el año 1920. En 1945, Joseph Grew
aseguró que “una guerra entre Estados Unidos y la URSS era lo más seguro de
todo lo que puede ocurrir en el mundo”. A principios de 1990, el economista
Lester Thurow del MIT predijo que Japón dominaría el siglo XXI, y le daba una
mínima oportunidad a Europa.
Dan Gardner, autor del libro “Future Babble” tomó el trabajo del profesor Philip Tetlock, de
la U. de Pennsylvania quien revisó más de 80,000 pronósticos hechos desde 1984
por 284 expertos académicos a quienes se preguntó por tendencias políticas y
económicas para revisar su nivel de acierto 20 años después. Tetlock llegó a la
conclusión de que “un mono tirando a los dardos podría haberlo hecho mejor”.
La revista Business Week publicó el año 2007 las
predicciones económicas anuales para el 2008 de 54 economistas reputados que predijeron
que la economía estadounidense tendría en el 2008 un año “sólido”, aunque no espectacular. Nadie
predijo la crisis. Tampoco nadie predijo la caída de la URSS, el encumbramiento
de China, la primavera árabe, etc.
Siendo así ¿por qué se sigue escuchando a estos
futurólogos? Según Gardner se debe a nuestra natural aversión a la
incertidumbre, y la necesidad de obtener respuestas a las cuestiones que no
conocemos. La gente prefiere una respuesta equivocada a estar en estado de confusión
y ambigüedad. Además, la profecía del error vende mucho.
Me parece que lo interesante de todo esto para
los educadores radica en el reconocimiento de que el futuro es incierto,
impredecible, más aún con los tremendos cambios tecnológicos y climatológicos
propios de nuestro siglo. Educadores acostumbrados a concentrarse en el estudio
del pasado ya conocido, deberían enfocarse en desarrollar la habilidad de los
alumnos para estudiar el futuro incierto, como herramienta para tener éxito en
el siglo XXI. Eso implica tener la capacidad de incorporar la incertidumbre a sus proyectos y
discusiones en clase, y ser conscientes de las trampas psicológicas que contiene la búsqueda de la
certidumbre respecto al futuro, cuando hay que tomar decisiones que habrán de orientar sus vidas y las actividades
familiares, económicas y políticas.
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