Por
León Trahtemberg
Los opositores a la nueva “Ley
N° 29944 Ley de Reforma Magisterial” (LRM) dicen que ésta no tiene sentido meritocrático,
porque no habrá una evaluación inicial a los 225,000 profesores que ahora serán
parte de ella, como la que hubo para los 25,000 profesores de la antigua Ley
del Profesorado (LP) que ingresaron a la Carrera Pública Magisterial (CPM) del
gobierno aprista (además de los 30,000 nuevos ingresantes que para el caso no
entran en la diferenciación). Este argumento de que con la nueva ley se ha
cancelado el carácter meritocrático de la carrera magisterial es un mito.
Para empezar, todos los profesores de la CPM y los de la antigua LP
que se están integrando en la nueva LRM
han sido evaluados “n” veces por igual. 1) Cuando ingresaron al instituto o la
universidad; 2) Para aprobar cada curso en cada uno de los 10 semestres de formación
pedagógica; 3) Para graduarse y optar por el título de profesor; 4) Para ser
nombrados por el Estado; 5) Para obtener diplomados, maestrías o doctorados,
con derecho a bonificaciones en el escalafón.
Del mismo modo, unos y otros serán evaluados por igual para
ascender a los diversos escalones de la nueva Ley de Reforma Magisterial. En
suma, de más de 15 evaluaciones previas y todas las futuras que están al
frente, solo hay una que no habrán dado los nuevos ingresantes a la carrera
pública actualmente regida por la LRM.
Sin embargo, esta única “no evaluación” inicial tiene el límite de 3 años al
cabo de los cuales todos los profesores tendrán que pasar por una primera evaluación de permanencia en la
carrera magisterial exigida por la nueva
ley.
Por otro lado, por la manera como se publicita esa única evaluación
adicional de ingreso a la CPM podría
suponerse que esta ha sido capaz de filtrar a los profesores competentes y dejar fuera a los
incompetentes, lo cual no es cierto. La evaluación que ha tomado el ministerio
de educación ha sido muy poco seria y técnicamente sustentable. Pruebas llenas
de errores, pruebas y claves de respuestas que circularon antes de los exámenes,
profesores que copiaban y recibían mensajes por
celular mientras rendían las pruebas, extrañas coincidencias en los puntajes de los
integrantes del mismo grupo familiar, etc.
Agreguemos a eso que para atraer a los
profesores a la CPM, además de poner pruebas cada vez más sencillas, el
gobierno suspendió la aplicación de la
norma que señalaba que se retiraría del magisterio a quienes desaprobasen las evaluaciones, amputando un
componente crucial de esas evaluaciones meritocráticas.
Sin duda hubo profesores que tomaron
en serio la evaluación y se presentaron a ellas de buena fe y rindieron de
acuerdo a su conocimiento real, aunque quedaron entremezclados con todos los otros. Sin
embargo, el hecho que ellos hayan
aceptado presentarse a una prueba exigida por el ministerio y otros no puede considerarse una muestra de buena
voluntad, pero de ninguna manera constituye
una prueba de su idoneidad docente. Por eso, de allí a sostener que los profesores que ingresaron a la CPM son
sustancialmente superiores a los que no se presentaron porque aprobaron una
evaluación meritocrática, hay una enorme diferencia.
Agreguemos finalmente que se comete un
craso error al creer que un profesor que
aprueba una prueba escrita selección múltiple de conocimientos académicos evidencia
con ello que es un buen profesor. Eso se evalúa observando su desempeño en clase y los logros de
aprendizaje de sus alumnos. Los
conocimientos temáticos no son indicadores válidos de la buena docencia. Tan es
así que las evaluaciones de ascenso tanto de la antigua como de la nueva ley magisterial ponen especial peso al
desempeño docente en clase.
Ya que el Congreso decidió que la CPM
ya culminó su vigencia y que ha sido reemplazada por la LRM, que es la que se va a aplicar de aquí en adelante,
valdría la pena ahora concentrarse en la demanda de que se perfeccionen los
criterios y mecanismos de la evaluación docente.
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