jueves, 31 de mayo de 2012
OUTSOURCING INTERNACIONAL DE LA EDUCACIÓN
Por León Trahtemberg
La sugerente columna de Charles Kenny “outsource your kid” (Foreign Policy, 31/01/2012) hace una aplicación interesante del outsourcing o externalización comercial al outsourcing educativo para acceder a una educación superior de calidad.
El razonamiento es el mismo que para los otros bienes y que ya se transan de modo globalizado: si la mejor educación se consigue más barata en otro país, ¿por qué gastar más en algo de menor calidad por el solo hecho de que se produce en mi país?
Por ejemplo el prestigiado College de Colorado cuesta 39,900 dólares al año, que sumado a la habitación y subsistencia llega a 52,000 dólares. En cambio las dos universidades inglesas rankeadas entre las mejores 10 del mundo cuestan 22,000 dólares anuales; McGill de Canadá cuesta la mitad que Duke y está mejor rankeada. Y así sucesivamente.
Según el College Board de Estados Unidos, si bien 40% de los universitarios gastan solo 9,000 dólares al año, el 25% acude a universidades que cuestan más de 36,000 dólares al año. Para ello algunos reciben becas, otros toman créditos, pero aún así para muchos eso no alcanza y terminan debiendo grandes sumas de dinero al graduarse.
Eso hace que las familias empiecen a mirar fuera de las fronteras, buscando opciones que se ofrecen inclusive en inglés. En el año 2009, tres países desarrollados -Rusia, China y Sud Africa- atrajeron cerca de 250,000 estudiantes extranjeros. Muy buenas universidades en Asia, Europa y Africa pueden llegar a costar menos de 4,000 dólares al año. Prestigiadas universidades como Sao Paulo de Brasil, Fudan de China o Cape Town de Sud Africa (8,000 dólares anuales) rankean mejor que la George Washington de Washington D.C. o Notre Dame de Indiana en Estados Unidos (40,000 dólares anuales). La Universidad de Pekin –rankeada # 49 en Times cuesta 5,000 dólares anuales.
Agreguemos a eso los continuos reportes respecto a la mediocridad de la formación de los egresados de estudios superiores en muchas universidades de Estados Unidos. Para el 2006 menos de 1/3 eran capaces de hacer tareas simples como comparar los puntos de vista de dos editoriales de periódicos, interpretar una tabla que incluya presión arterial, edad y actividad física, o calcular y comparar el costo por onza de artículos alimenticios.
Si bien hay universidades norteamericanas que figuran en todos los tres rankings más conocidos como las mejores del mundo (Shanghai, Times y QS) rara vez esos rankings se centran en las experiencias de aprendizaje los alumnos. Se fijan más bien en los premios que ganan sus catedráticos , las patentes que obtienen, las publicaciones que hacen, etc.
Todavía los 20 millones de estudiantes norteamericanos no han empezado a migrar en masa para sus estudios superiores pero empezaron a abrir los ojos. Según el Instituto Internacional de Educación 12,425 estudiantes de primer título estaban estudiando en el exterior, principalmente en Gran Bretaña. Quizá contribuya a mantener la ficción de la superioridad norteamericana el hecho que Estados Unidos siga siendo el principal imán mundial para atraer estudiantes del exterior, que llega al año 2009 llegaba al 18% del total, pero cayendo del 23% que captaba en el año 2000. Tampoco les ayuda a animarse el hecho de no saber bien un 2do idioma como para usarlo en sus estudios en el exterior. Sin embargo, basta hacer sumar uno más uno para darse cuenta qué pasará en el futuro.
A estas alturas me gustaría recordarles a los lectores algo que vengo diciendo hace años: lo que va a definir la calidad de los profesionales peruanos no será la universidad en la que hagan su primer título sino aquellas en la que harán sus posgrados. Vale la pena tomar nota del abanico de opciones que hay en el primer mundo para ir colocándolo en la agenda y tomar las acciones económicas que les permitan viajar oportunamente a realizar sus estudios de posgrado o especialización en un lugar que les “abra puertas” en el mundo globalizado.
Agregaría a eso, que pronto empezará a ocurrir esta migración también a nivel escolar, al menos con la educación secundaria cuyos costos y calidades en otro país pueden ser competitivas con las de los colegios privados más costosos de nuestro país.
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