Escribe: Sociólogo Antonio Solís Tasaico/ Vice Presidente ENTE PERUANO-ARGENTINO DE SOCIÓLOGOS y Docente de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo.
Desde final del siglo XX al actual, la familia nuclear en el mundo occidental ha devenido a crisis y desestructura familiar, pasional, existencial que es tratada por la fenomenología del amor, o Descartes con las pasiones del alma, o el arte de amar de E. Fromm, o quizá enamoramiento y amor de F. Alberoni. Lo cierto de ésta crisis involucra a los sentires y quereres –de un lado-, y la convivencia-cotidianidad-sensorial-pasional; por qué? el ser humano se amora y apasiona ilimitadamente, y al matrimonearse decae este amarse, en familia e hijos; qué ocurre en éstos andares. Hoy millones de parejas-matrimonios deshacen su existencia amor-pasión-odio; de pronto se percatan que aquello no es más, no deberá ser…hay que separarse-divorciarse. La interrogante gira si verdad, que la cotidianidad agota, corroe la pasión-amor-fuego por avatares como: economía-casa-coche-hijos-obligaciones?. Quizá el aliciente para enfrentar ello es resquicio al matrimonio, prefiriendo la “sana” convivencia”, como el código civil peruano que legítima esa forma de unión, transcurrido dos años.
El censo del 93 –el caso Perú-, demostraba un millón de matrimonios separados-divorciados. El 2000, el código civil transforma la posibilidad del divorcio, -cualquiera de la pareja-, inicia demanda de divorcio –sin previa consulta-aceptación-, que ocurría anteriormente. Cada involucrado rehacería su existencia amoro-sensitiva-pasión, distinta, diferente, o quizá reitere lo realizado en anterior relacionamiento. Ese es el asunto en cuestión, por qué? la familia nuclear está en crisis permanente, rehaciendo su andares, trancos y barrancos constantemente; dónde encontrar el “desajuste”. Alberoni, sociólogo italiano asevera que toda “buena” relación de amoramiento debe partir, de implicados que se “parezcan”, para que la relación sea entre cómplices, aludidos, involucrados uno al otro, volviéndose esta relación una “verdadera revolución”, -única, nueva, diferente, distinta-distinguida, y que la estructuración estaría garantizada –para distinguir de la materia-, “enamorándose todos los días”, y ello no se evapore cual “humo de cigarrillo”. Esta forma y esencia de amarse implica entender dentro de la actual sociedad occidental del siglo XXI, construir “piedra sobre piedra” su nueva relación y no se deteriore por el tiempo y circunstancia propia de la mundialización. Es crisis de las pasiones del alma.
La crisis devendría a su vez, por la cotidinidad-globalizada inusitada que hace del amor-construcción se convierta en un imperio de lo efímero, que sólo devela altísimo consumismo y satisfacción material-inmaterial inocuo, vacio, desaprensivo, intrascendente, irreverente, impío, irresponsable, irreal, inválido; es la dura lucha entre la “obligación-derecho” que colige e indica la ley matrimonial a los contrayentes, maniatando el libre albeldrio, al legal-realismo, destruyendo amores a primera vista, apasionamiento desbordado, ilusiones, sueños, utopías, ganas de estar “unidos hasta que la muerte los separe”, o “para toda la vida”, o quizá hasta “el reposo del guerrero”.
Quizá el consumismo, el éxito de familia-globalizada, sus logros en la vida cotidiana lo realicen con sutileza, sofisticaciones, así como “esa inteligencia” y candidez reñida, tendría una sorpresa reveladora al examinar el pensamiento y cotidianidad de la cultura griega-helénica. Los griegos –en principio-, desarrollaron el arte, el pensamiento, la teoría política, la ética y moral, que no ha tenido alcance en 12 siglos. Pero hoy interesa la cotidianidad griega que se basa en sus ideales, y comportamiento hedonista extraordinario de lo simple-sencillo y sensual de su existencial; no le afligía alcanzar metas y su persecución excesiva por alcanzarla, con exclusión de los demás, menospreciando cualquier otra opción de la vida.
Los griegos eran idealistas sintiendo genuino entusiasmo por todo lo relacionado con la vida; vida humana como un don especial y los placeres constituían la mayor de las dichas. La belleza y el amor formaban parte de esos placeres que adoraban por encima de todo. La felicidad era el fin exclusivo de la vida. Para Solón, el disfrute intenso, alborozado de la vida en general, era la meta digna, no sólo dinero, fama, u otra condición humana parcial de la existencia humana. La cultura griega era alabanza a los placeres, cuya naturaleza de éstos era una intensa y cándida sensualidad, pero ésta era muy seria. El deseo humano griego era distinto a cualquier otra cultura. Referimos la cultura griega para que el siglo XXI, quizá esa dimensión haya devenido a menos, -es decir-, que los seres humanos desarrollen todos sus placeres siempre, desde el amor a primera vista o por proceso, ilusionándose, ensoñándose, mimando, engriendo, acariciando, cuidando, protegiendo, queriendo, amándose como nunca más todos los días.
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