Marisol Agüero con parte de los libros sobre derecho del mar que tiene en su casa de Miraflores.
Texto: Emilio Camacho.
Fotografía: Milko Torres.
No podía leer. La niña Marisol Agüero Colunga tenía dificultades para entender las letras que dibujaba en su cuaderno. Una leve dislexia impidió que a los seis años, como lo hacían sus demás compañeros de clase, descifrara el significado de la fusión de vocales y consonantes.
Aquel fue un momento duro. Sus maestros nunca entendieron por qué no leía y de castigo la dejaban sin recreo, siempre, "hasta que aprendiera de una buena vez".
En el cuarto de primaria sus dificultades se acentuaron y perdió el año. Hasta que llegó al colegio Nuestra Señora del Carmen de Lambayeque. Por trabajo, su padre fue destacado a esa región con toda su familia y ella aprovechó para ponerle un punto aparte al desastre que hasta ese momento habían sido sus estudios escolares. Aprendió a leer y a destacar. "Hasta ahora recuerdo el primer día de clases en el colegio Nuestra Señora del Carmen. Ese fue un buen año. Pero el siguiente fue mejor. Fui la primera de la clase", cuenta en la casona miraflorina en la que vive con su madre y sus hermanos.
Memorias de holanda
Es el invierno de 2009 en Holanda. Marisol Agüero ya no es la pequeña que no salía a corretear a los recreos. Es ministra consejera dentro de la jerarquía del Ministerio de Relaciones Exteriores y coordinadora del grupo de profesionales encargado de sustentar la demanda del Perú ante la Corte Internacional de Justicia para definir nuestros límites marítimos con Chile. Es la experta con más conocimiento en derecho del mar de nuestra diplomacia.
Destacada en La Haya junto al embajador Allan Wagner, la menuda diplomática contribuye con su visión jurídica a la elaboración de la memoria que el Perú debe presentar para sustentar la demanda.
La corte ha dado un plazo que vence en marzo para que el Perú presente esa sustentación. Y entonces, el destino concibe una ironía.
La niña que no podía leer recibe el encargo de revisar los cuatro tomos de nuestra memoria ante La Haya, tres veces, al derecho y al revés. Lo hace con precisión. Verifica la posición de los mapas incluidos en los documentos, la cartografía, las citas y datos consignados. Vigila que se cumpla con el modelo impuesto por la corte, que determinadas palabras estén escritas en estilo itálico. Incluso confirma que el color de la tapa de los tomos sea el requerido. No se escapa nada. No puede escaparse nada.
Los cuatro tomos son presentados el 19 de marzo. Chile responde un año después, en marzo de 2010, tal como lo fija el tribunal internacional.
En noviembre de ese mismo año nuestro país presenta su réplica a los argumentos de Santiago. Son otros tres tomos que Marisol Agüero lee y relee antes de que lleguen a su destino final.
En Holanda, la ministra consejera vive de manera modesta. En su departamento la acompañan su laptop, algunos libros, muchos documentos sobre derecho marítimo y una figurilla de Mozart de 20 pulgadas (unos 50 centímetros) que compró en Ebay. El niño prodigio de Salzburgo (Austria) lleva el cabello recogido y un violín bajo el brazo. Muchas veces es la única compañía de Marisol Agüero. La figura le recuerda los años de adolescencia, cuando su padre acompañaba los desayunos con música de Niccoló Paganini, algo que la aproximó al piano y luego al violín. Pero esa historia debe esperar.
"DESISTE MARISOL"
Suena a cliché pero no lo es. Marisol Agüero orientó su carrera para ser parte del grupo que representó a nuestro país en La Haya. Y todo empezó como un reto.
En 1990, cuando había terminado los tres años de estudios en la Academia Diplomática (ya se había graduado de derecho en la PUCP), decidió que su tesis sería sobre la delimitación marítima pendiente entre Chile y Perú. Y el azar estuvo de su lado.
La Academia Diplomática elaboró una lista de 35 materias que los 30 egresados podían escoger para que fueran su objeto de estudio. Como más de uno tenía interés en un mismo tema, se hizo un sorteo para que las tesis no se repitieran. A Agüero le tocó el número 9 en el orden establecido por la rifa académica. Escogió la delimitación marítima con Chile. Pero ese primer sorteo se anuló.
Se hizo uno segundo y le tocó el número 3. Volvió a escoger el tema pendiente en nuestra frontera sur. Ya no hubo objeciones.
Lo que seguía a continuación era escoger un consejero que guiara la investigación. La joven diplomática eligió a un experto en el tema. Pero su primer encuentro no fue afortunado.
"Me reuní con la persona y me dijo: Te desaconsejo el tema. Es muy difícil, es muy controvertido y no hay bibliografía", recuerda. Pero aquello la estimuló más. Encontró el libro El mar peruano y sus límites del almirante Guillermo Faura, uno de los pioneros de la demanda ante la Corte Internacional, y revisó argumentación de la Convención de Naciones Unidas sobre el derecho del Mar.
Ese 1990 fue un gran año para la diplomática. Su tesis fue la mejor de su clase. Fue premiada por Torre Tagle y felicitada por Juan Miguel Bákula, el brillante diplomático peruano que planteó en 1986 la primera negociación con Chile para definir los límites marítimos. "Me dijo: Le pongo cinco veintes a su tesis".
El abrazo del maestro
Pero quien se sorprendió más con la bisoña funcionaria fue el embajador Alfonso Arias Schereiber, el desaparecido experto en temas del mar de nuestra cancillería. Enterado de su tesis, Arias Schereiber fue a buscarla a su despacho. El diálogo que sigue resume lo que pasó cuando se encontraron.
-¿Está la señorita Marisol Agüero?
-Soy yo, embajador.
-He leído su tesis. La felicito. ¿Puedo darle un abrazo?
La diplomática se emociona cuando cuenta ese primer encuentro. Arias Schereiber fue su guía durante años.
Pero el tiempo ha convertido a la propia Marisol Agüero, de 53 años, en inspiración de diplomáticos más jóvenes.
Mientras fue coordinadora del grupo de la Haya era frecuente verla con siete jóvenes diplomáticos, asignados a esa misión, que la asistían. Por ello, en Torre Tagle, se ganó el apelativo de Blanca Nieves.
Figuras de porcelana
El abuelo de la ministra Agüero, Miguel Fernández de Colunga, también fue parte del servicio diplomático. Eso influyó en su nieta.
En la sala de su casa, el abuelo tiene un lugar importante. Se le ve en una foto en blanco y negro, junto a la abuela Victoria. Al costado de la foto hay un muñeco viejo con una ligera abolladura en la nariz. Es el tío "Miguel Arturo", que tiene 87 años con la familia. El abuelo Miguel se lo regaló a su esposa antes de que nacieran sus hijos.
En la sala también hay una veintena de figurillas de porcelana de distintos tamaños, todas de violinistas. La diplomática empezó a coleccionarlas cuando dejó de lado sus estudios de violín. Fueron 10 años, desde los 13 a los 23, en los que arrancó melodías al viejo instrumento de madera que heredó de Martín, su hermano.
Otros dos adornos que la familia de la funcionaria exhibe son unos retratos en los que se ve a una Marisol Agüero adolescente en un concierto con violín. Su familia tiene un orgullo especial por su trabajo. Están pendientes de las misiones a las que viaja; ya sea Londres, Bucarest o Atenas.
El jueves, cuando la visitamos, todavía no habían podido agasajarla. De hecho, ninguno de los miembros del grupo que defendió los intereses del Perú en La Haya pudo celebrar la recuperación de una porción de mar de Grau. En el hotel Hilton, donde se hospedaba la delegación peruana, apenas hubo unos abrazos después de leída la sentencia de La Haya.
Marisol Agüero viajará pronto a Guayaquil. Ha sido destacada a la Comisión Permanente del Pacífico Sur. La suerte ha querido que continúe estudiando el mar al que ha dedicado su vida.
Fuente: http://www.larepublica.pe/
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